Las denominadas metodologías experienciales tienen en común la utilización de vivencias radicalmente alejadas de la rutina laboral, pero con las que los participantes extraen aprendizajes aplicables al mundo de la empresa.
Las ventajas asociadas al hecho de utilizar situaciones ajenas al entorno profesional -sean al aire libre, en una cocina o en una sala de convenciones- es que facilitan la aparición de comportamientos espontáneos no sometidos a los formalismos propios de la cultura de empresa y que contribuyen a incrementar la sensación de divertimento, tan deseable en todo proceso de aprendizaje.
Las metodologías experienciales suponen una vuelta a los orígenes del modelo de aprendizaje
Estas metodologías suponen una vuelta a los orígenes del modelo de aprendizaje. Me explico: decimos que inicialmente el aprendizaje es cosa de uno, por cuanto sólo dispone de su propia experiencia para adquirir conocimientos. Se aprende en base a la dinámica de prueba/error, experimentando en carne propia lo que produce satisfacción o dolor, éxito o fracaso.
En un segundo estadio, el aprendizaje se convierte en una cosa de dos cuando, sin necesidad de vivir la experiencia, otro nos cuenta la suya; nos hace partícipe del conocimiento que le ha aportado el éxito o fracaso de su experimento y nosotros lo aceptamos como propio. Por último, el aprendizaje se convierte en una cosa de tres (y de más) cuando el que nos narra la experiencia no es ya el protagonista, sino otra persona que aprendió a través de lo que experimentó un tercero e incluso de un cuarto que fue quien inició a la cadena de aprendizaje.
La formación clásica que todos hemos recibido se sitúa en este tercer estadio. Por desgracia, ninguno de nosotros habrá tenido la suerte de tener de profesores a insignes personajes de la historia de la ciencia como Newton, Darwin o Volta, pero todos hemos debido aprender sus teorías y demostrar, en algún examen, que conocemos y sabemos aplicar las conclusiones de sus experimentos. Sólo excepcionalmente habremos recurrido a las lecturas originales, siendo lo habitual que hayamos adquirido el conocimiento a través de clases y libros, impartidas y escritos por uno o varios terceros.
Lo mismo cabría decir de lo que respecta a las habilidades, por cuanto las teorías de Taylor, Fayol, Blanchard o Reddin nos habrán llegado de la mano de lecturas sobre liderazgo o de cursos sobre el tema en los que hayamos tenido la oportunidad de participar.
Si pese a ello, seguimos necesitando desarrollar nuestra competencia de liderazgo a través de la formación, lo que esperamos es poder hacerlo de manera distinta a las ya probadas. Habrá que intentarlo con alternativas novedosas: quizás el elearning, quizás sesiones de coaching… ¿y por qué no mediante alguno de esos métodos experienciales que suenan tan bien?
La cuestión ahora será decantarse por alguna de las muchas alternativas disponibles, sea outdoor, talleres de teatro, de cocina o un juego formativo. Con todos ellas tendremos la oportunidad de vivir experiencias en primera persona, lo que garantiza que no olvidaremos fácilmente las enseñanzas adquiridas.
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