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Teletrabajo

  • Foto del escritor: José María Zamoro
    José María Zamoro
  • 21 mar
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 12 abr

Un estudio reciente concluye que el trabajo presencial incrementa en dos dígitos la productividad de las plantillas, constatando así que los empleados son más eficientes cuando trabajan en una oficina. Pese a lo impopular del mensaje, este dato viene a respaldar el interés de las empresas por una vuelta a la presencialidad.

 

El estudio ha sido elaborado por la consultora Arcano por encargo de CBRE, una compañía de servicios inmobiliarios y, obviamente, se ha dado a conocer a instancia de ésta última, lo que no es óbice para admitir la validez de los resultados.

 

La pandemia del año 2020 supuso un auténtico boom del teletrabajo favorecido por el auge de las aplicaciones colaborativas y los sistemas de videoconferencia. La necesidad de imponer el confinamiento a los ciudadanos de numerosos países fue el detonante que adelantó en varios años la consecución de un viejo anhelo de los trabajadores no manuales, cual era poder realizar su cometido -siquiera parcialmente- desde sus casas.

La iniciativa de las empresas para que se volviese al trabajo en las oficinas desencadenó el fenómeno de La gran dimisión

Tras el final de los confinamientos, la iniciativa de muchas organizaciones para que se volviese al trabajo en la oficina chocó con la resistencia de no pocos empleados, llegando a provocar el fenómeno que en EE.UU. se denominó La gran dimisión, por el que miles de trabajadores solicitaron la baja en sus empresas para buscar otras compañías que les permitieran seguir desarrollando su labor a distancia.

 

Como alternativa al riesgo cierto de tener que asumir una pérdida de talento, la mayoría de las organizaciones han optado por una fórmula mixta, permitiendo teletrabajar un número limitado de jornadas a cambio de hacerlo presencialmente el resto de los días de la semana. Sin embargo, esta solución tampoco parece satisfacer plenamente a las empresas debido a que -como concluye el mencionado estudio- siguen sin alcanzarse las cotas de productividad deseadas.

 

No hace mucho, en una reunión con los responsables de RR.HH. de un organismo público y a propósito de las fechas para convocar unas sesiones presenciales con todo el equipo, alguien arguyó que ciertos días de la semana no serían factibles porque la gente trabajaba desde casa. Ante el comentario, otro de los asistentes manifestó su escepticismo y propuso hacer la prueba de llamar a unos cuantos para ver cuáles de ellos atendían el teléfono a la primera. Su vaticinio era que pocos lo harían, aunque -eso sí- todos devolverían la llamada después argumentando que se habían olvidado el teléfono en otra habitación o que tuvieron que bajar un momento a la farmacia.

 

Contrariamente a la percepción de los empleadores, la opinión generalizada entre los usuarios del teletrabajo -especialmente cuando inician su puesta en práctica- es que esta fórmula incrementa su productividad. Presumiendo la veracidad de ambas afirmaciones, la pregunta que surge al respecto es: ¿quiénes están más en lo cierto?, ¿los empleados que dicen que son más productivos cuando teletrabajan o las empresas que, por el mismo motivo, abogan por la vuelta a la presencialidad?

Habrá que añadir el teletrabajo a la lista de factores higiénicos

La solución a este dilema bien podría venir de la mano del conocido estudio de Frederick Herzberg sobre los factores higiénicos y motivadores que ya comentamos en el artículo ¿Motiva el salario? Según esa clasificación, el teletrabajo se habría convertido en uno más de los factores higiénicos enumerados por Herzberg: aquellos cuya ausencia desmotiva, pero cuya existencia no produce una mayor satisfacción en el trabajador.

 

Prueba de ello sería el incremento en la motivación y consecuentemente de la productividad que puede llegar a apreciarse en los momentos iniciales, cuando los empleados empiezan a ejercer la opción del teletrabajo, pero -como ocurre con el resto de los factores higiénicos- una vez que la nueva situación se convierte en habitual o simplemente en lo esperado su efecto termina diluyéndose, momento a partir del cual de su ausencia sólo cabe esperar insatisfacción.

 

Es así que los empleados estarían en lo cierto cuando aprecian un aumento de su productividad al iniciarse en la modalidad del teletrabajo y las empresas también tendrían razón al afirmar que, a medio plazo, la productividad de la plantilla se resiente tendiendo a situarse por debajo del estándar presencial.

 

Independientemente de los datos que aporten los estudios o de la justificación que pueda ofrecer la teoría, lo cierto es que una nueva polémica está sobre la mesa y es de temer que, como ocurre cuando se discute sobre el efecto motivador del salario, las posturas de los partidarios de una y otra opinión resulten inamovibles.

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