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  • Foto del escritorJosé María Zamoro

Mares y océanos azules

Actualizado: 23 oct 2021



W. Chan Kim y Renée Mauborgne publicaron en 2005 La estrategia del océano azul, un libro que desde entonces ha sido lectura de cabecera para directivos de todo el mundo. La premisa que desarrolla es simple, pues asemeja el mercado a un océano donde abundan peces y tiburones. Los peces son los clientes potenciales de cualquier sector y los tiburones las empresas que quieren captarlos.


Las presas son insuficientes para el gran número de escualos, por lo que estos se ven forzados a combatir entre sí para hacerse con parte del escaso alimento. En su lucha a dentelladas se infligen atroces heridas que llegan a teñir el agua de rojo.


Frente a los océanos rojos, Chan Kim y Renée Mauborgne proponen buscar los océanos azules. Estos aparecen cuando uno de los tiburones descubre un lugar no visitado por otros de su especie. Siendo el único depredador, no hay competencia -no hay lucha ni sangre- lo que le permite saciar su apetito con cuantos pescados le apetecen mientras el agua conserva -al menos durante un tiempo- el color azul.

Hay quienes prefieren rebajar la ampulosidad de la palabra océano para dejarla en simple mar

Como su título anuncia, el libro desarrolla varias estrategias para encontrar un océano azul, ilustradas con ejemplos de las empresas que lograron descubrirlos. Cualquier innovación disruptiva -sea tecnológica o de modelo de negocio- consigue hacer de la compañía que la implanta un tiburón en un océano azul, pero son más las que lo consiguen mediante la denominada innovación incremental.


En el artículo ¿Qué es (y qué no es) innovación? de este mismo blog comentamos la diferencia entre los dos tipos y señalamos la necesidad de involucrar a todas las personas de la organización en la denominada incremental.


También en Cerebros de obra aludíamos a la responsabilidad de todos los empleados por colaborar en ella, pues se trata de aprovechar el know how existente en la compañía para resolver de forma más eficiente problemas a los que venimos dando soluciones más caras o complejas, para atender una demanda detectada en el mercado o para crear una nueva. En definitiva, para encontrar un océano azul que permita a la organización escapar de la pelea en el sangriento océano rojo.


Dado que la segunda forma de innovar no aporta una invención radicalmente nueva, sino la incorporación de elementos conocidos pero aplicados de forma distinta, hay quienes prefieren rebajar la ampulosidad del concepto océano para dejarlo en el descubrimiento de un simple mar. También porque la aportación que se hace no cambia las reglas de juego de todo el sector, sino que frecuentemente sólo afecta a un nicho de mercado. Pequeño, pero suficiente para saciar el apetito del tiburón que lo encuentra.


La diferencia es sutil y hasta innecesaria, pues hoy en día la globalización hace que no existan mares aislados y que desde cualquier mar se pueda llegar al océano, escalando desde lo más local hasta el mercado global. Por desgracia, la inversa también es cierta y por muy recóndito que sea nuestro mar siempre habrá tiburones que lo encuentren, bien porque ellos también investigan, bien porque nos copian. Por eso es solo cuestión de tiempo que todo océano azul se convierta en rojo.

Lo importante es buscar permanentemente mejoras que nos posibiliten pescar de forma más eficiente

Más que desanimarnos por la contrariedad, este hecho debe alentarnos a insistir en la búsqueda permanente de nuevas soluciones, sin que la innovación sea sólo la respuesta a una necesidad puntual o el fruto de una bendita casualidad. Muy al contrario, conviene mantener a toda la tripulación siempre alerta para detectar nuevos bancos de peces.


Para eso resulta indiferente que estemos surcando las aguas de un mar en calma o de un proceloso océano, porque lo importante es mantenerse en la búsqueda permanente de mejoras que nos posibiliten pescar de forma más eficiente que el resto.

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