Aunque el saber no ocupa lugar, tampoco debemos olvidar que el objetivo a lograr con cualquier acción formativa es el desarrollo una competencia profesional. Por tanto, la primera condición que deberá cumplir un método experiencial es que sea eficaz, que sirva para desarrollar la competencia aplicada al ámbito de la empresa.
Mejorar la forma física de los empleados o sus destrezas domésticas son un magnífico subproducto de la formación a título personal, de igual manera que asistir a un curso de negociación pueden venirnos bien para comprar o vender nuestra casa o que aprender idiomas nos resulta útil para viajar en vacaciones. Pero lo importante de la actividad que seleccionemos es que resulte beneficiosa para quien la promueve, es decir, para la empresa.
Lo importante de la actividad es que resulte útil para la empresa
La eficacia del aprendizaje está íntimamente ligada a la posibilidad de recordarlo. Por ello, proporcionar una experiencia inolvidable al participante es un buen primer paso. En esto, las metodologías experienciales parten con ventaja. El segundo será que permitan establecer una asociación entre las situaciones vividas durante el desarrollo de actividad y las que se producen en el ámbito de la empresa.
Esta segunda condición supone que, pese a que se realicen en un entorno radicalmente distinto al laboral, la actividad de la que se trate -sea outdoor, taller o juego- debe establecer un paralelismo inequívoco entre los elementos utilizados en la experiencia y los que encontramos en nuestro entorno de trabajo. Si esto falla, la experiencia no es útil a los fines formativos, porque el aprendizaje será difícilmente exportable al ámbito que nos interesa. El medio se habrá convertido en el fin: habremos logrado divertir, pero no formar.
Al decir un paralelismo inequívoco, quiero decir que podamos establecer una similitud sin necesidad de echarle demasiada imaginación y, desde luego, sin que quepan interpretaciones contrarias a los comportamientos que pretendemos reforzar.
Es aquí donde fallan algunos métodos experienciales ya que diseñar una actividad de este tipo resulta tarea harto compleja. Se trata de que la situación responda a las reglas propias del entorno en el que se desenvuelve la trama y que, a la hora de trasladar las conclusiones de la experiencia, los elementos utilizados en la acción sean fácilmente asemejables a lo que encontramos en el puesto de trabajo.
Los juegos formativos son divertidos y cumplen la condición de utilizar elementos específicamente diseñados para establecer paralelismos con el día a día de la empresa. Como su nombre indica, los juegos no son sólo experiencias divertidas e inolvidables sino, ante todo, formativas.
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