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  • Foto del escritorPilar Lacasa

El Iceberg de Holtz: ¿por qué hay química (o no) entre personas?

Actualizado: 19 ene 2021

¿Se ha preguntado alguna vez por que se lleva bien con unas personas y sin embargo no es capaz de mantener una relación igualmente fluida con otras?, ¿dónde reside eso que llamamos “tener química” con alguien?.


Es probable que en alguna ocasión se haya llevado una decepción cuando, a la hora de intentar establecer una comunicación profesional o personal con alguien, no haya tenido la receptividad deseada. Sin duda, algo extraño ha debido suceder en algún momento, se dirá. Y por más que repase los acontecimientos y se repita una y otra vez que siempre ha sido educado y amable, lo cierto es que no ha obtenido la respuesta esperada.


Es posible que usted haya aplicado un paradigma comúnmente aceptado como infalible: ha procurado "tratar a la otra persona como a usted le gusta que le traten". Pues sepa que ha cometido un error garrafal porque lo que les gusta a las otras personas es que las traten como ellas son, no como es usted.

Lo que les gusta a las otras personas es que las traten como ellas son, no como es usted

Si lo piensa es lógico, porque lo que a uno le parece normal o aceptable por su forma de ser, a otro le puede provocar rechazo. En casos extremos y exceptuando los elementos formales de cortesía, comportamientos que pensamos que ayudan a crear un buen clima de comunicación, pueden llegar a generar irritación en los demás, pese a que lo único que pretendiésemos con ellos fuese agradar al otro.


La causa está en que, en contra de lo que pensamos, no conocemos a las personas con las que nos relacionamos tanto como creemos. Cada uno manifiesta sus sentimientos, creencias y valores de forma distinta y no sólo en lo relativo a las grandes cuestiones trascendentales, sino hasta en los detalles más nimios. Werner Holtz fue un psicólogo americano que creó un sencillo modelo que trata de explicar con claridad cómo funcionamos en el plano emocional.

Holtz creó un modelo que representó gráficamente con un iceberg, según el cual sólo conocemos un 10% de cómo son los demás. Este pequeño porcentaje está formado por lo que el otro dice o hace y es la parte que queda visible fuera del agua, mientras que el 90% permanece por debajo de ella.


En esa parte oculta -que podríamos denominar parcela de intimidad- residen nuestros pensamientos, sentimientos y valores. Según Holtz, sólo sabemos de los demás aquello que dicen y hacen, mientras que el resto -lo verdaderamente importante- suele permanecer oculto a nuestra vista.


Es evidente que no sabremos lo que los demás piensan o sienten si no lo verbalizan o lo traducen en comportamientos observables, por lo que a menudo sustentamos nuestras opiniones de cómo es el otro (qué hay en el 90% oculto) en base a suposiciones. Estas suposiciones acaban siendo prejuicios sobre los que construimos nuestras estrategias de acercamiento para la relación interpersonal, lo que nos aboca al fracaso con mayor frecuencia de la que desearíamos.


Es lo que decíamos al principio, si nos gusta que nos hablen con franqueza, en ausencia de mayor información que nos advierta de lo contrario, tendemos a hacer lo mismo con los demás y, ese comportamiento, puede provocar irritación en una persona para la que lo correcto sea presentar los argumentos de forma diplomática. En ambos casos, uno pensará del otro que es alguien con quien resulta difícil relacionarse y, tarde o temprano, acabarán desistiendo o limitando sus contactos a lo estrictamente necesario.

Tendemos a pensar que los demás nos ven como nos vemos a nosotros mismos

Conocemos poco de los demás. La siguiente pregunta que deberíamos hacernos es ¿y cómo me perciben a mí?. Solemos creer que nosotros actuamos con total transparencia, cuando no que somos absolutamente transparentes, por lo que tendemos a pensar que los demás nos ven desde fuera como nosotros nos vemos desde dentro. Evidentemente esto no es así porque para nosotros también aplica la imagen del iceberg con ese 90% de lo que somos oculto bajo el agua.


Comprender las diferencias entre las personas, unido a tomar conciencia de cómo nos ven a nosotros, nos ayudará a mantener relaciones interpersonales más eficaces y ser percibidos como personas merecedoras de confianza.


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