En los últimos años han proliferado nuevas formas de enseñar y aprender en la empresa. Como no podría ser de otra manera, las nuevas tecnologías se han incorporado al mundo de la formación, aportando usos del campo del ocio y las comunicaciones.
No me refiero sólo a la incorporación del elearning o la posibilidad de acceder a píldoras formativas a través de teléfonos inteligentes, sino también a la evolución que ha experimentado la presentación de contenidos emulando incluso el formato de videojuegos tan extendidos entre nuestros jóvenes y no tan jóvenes y las denominadas las herramientas 2.0.
Las nuevas dinámicas y metodologías obedecen a la necesaria renovación en las formas de hacer
La actual crisis económica, ha animado a muchas empresas a probar alternativas que puedan proporcionar ahorros -por ejemplo en los costes de desplazamiento- como los que se derivan de utilizar los avances tecnológicos en materia de comunicación. Pero no es esta la única razón de tanta novedad. De hecho, la introducción de dinámicas y metodologías novedosas, incluyendo la ya mencionada del elearning, son anteriores a la crisis económica y sólo pueden obedecer a la necesaria renovación en las formas de hacer.
Cuando hablamos de la formación continua en la empresa, excepción hecha de aquellos cursos que tienen que ver con la puesta al día de los conocimientos, seguimos insistiendo en los mismos temas de siempre: la comunicación, el liderazgo, el trabajo en equipo, … todo un elenco de habilidades necesarias para el trabajo en la organización, de las que parece que nunca tenemos bastante. Cambiamos los nombres, ampliamos los ámbitos y renominamos las acciones, pero seguimos insistiendo en las mismas habilidades y competencias de siempre.
Una buena formación debe ofrecer múltiples vías para el aprendizaje, de manera que cada cual encuentre en ella su fórmula ideal
Conste que no es una crítica, al fin de cuentas, nadie puede presumir de “saber” y “saber hacer” todo lo que tiene ver con una habilidad concreta. La misma palabra habilidad nos induce a pensar en su inacabable posibilidad de desarrollo y perfeccionamiento. ¿O es que, por tener varios cientos de miles de kilómetros a sus espaldas, un conductor rechazaría un nuevo curso alegando que él ya sabe todo lo que se tiene que hacer al volante? Por otra parte, siempre habrá nuevos profesionales que requieran ser formados en una competencia que hasta ahora no habían necesitado y la organización debe proporcionarle los medios necesarios para lograrlo.
Asumiendo que, contrariamente a lo que ocurre cuando suspendemos una asignatura, insistir en la formación de una habilidad no debe conllevar la penitencia de repetir curso, la variable sobre la que podemos actuar es la forma de hacerlo. Es cuestión de motivar al participante para que persista en el entrenamiento de una competencia que todavía no tiene al nivel requerido y, también, un intento de buscar mayor eficacia en la formación ofrecida por la empresa para que lo consiga.
Sabemos que las personas tenemos diferentes maneras de aprender: unas más por lo visual, otras mediante el razonamiento, etc y una buena formación será aquella capaz de ofrecer múltiples vías para el aprendizaje, de manera que cada cual encuentre en ella su fórmula ideal.
La incorporación de las nuevas tecnologías contribuye a la eficacia de la formación por cuanto proporciona nuevas formas de transmitir conocimientos, ofreciendo la oportunidad de practicarlos en contextos diferentes. Y es también en esta búsqueda de nuevas formas de entrenar en los temas de siempre, donde debemos situar la incorporación de metodologías de carácter presencial, como la formación outdoor, los talleres de actividades -teatro, deportes, cocina- o los juegos formativos.
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